La separación por sexo en los deportes
y en la sociedad del patriarcado
Es importante centrar la atención histórica de la mujer en el deporte, considerando la imagen deportiva que fue rescatada, por Pierre de Coubertin desde la antigua Grecia y las Olimpiadas. Punto neurálgico, donde surge el Movimiento Olímpico y la posterior representación de los diversos deportes.
El deporte en la antigua Grecia se refleja principalmente en dos culturas; la cultura Ateniense y la cultura Espartana. Esta última se diferenció significativamente, pues la mujer tomó protagonismo y participación en el deporte o la actividad física, sin embargo, con un fin de salud reproductiva y de supervivencia. Por otro lado, para la mujer Ateniense, era suficiente ejercicio físico realizar las labores del hogar, las tareas domesticas. Las Olimpiadas en el mundo Ateniense era de exclusividad para los hombres libres y pudientes, las mujeres no podían asistir de espectadoras ni mucho menos participar haciendo deporte (García, 2016).
Esto refleja claramente el rol de la mujer en la sociedad de la antigüedad, y también cómo este rol es representado y reafirmado socialmente a través del deporte o la práctica de actividad física.
La relación, es que después de unos cuantos siglos renace el Movimiento Olímpico en el mundo de Pierre de Coubertin, en el contexto de la Inglaterra Victoriana. Una sociedad conservadora que obligaba a la mujer a permanecer delicada, frágil, elegante, dependiente y sumisa. Cualidades antagónicas de los valores que pretendía desarrollar Pierre de Coubertin a través del deporte; la virilidad, la hombría, el coraje, el carácter, etc. Esta idea contribuyó a mantener la mujer alejada del deporte e incluso convencerla de su incompetencia para realizar cuentos prácticos (Cardona, 2015).
deportes patriarcado
De este modo, el padre de los Juegos Olímpicos Modernos perpetuó una idea misógina de menosprecio y discriminación femenina en los deportes y sobre estas bases ideológicas inició lo que conocemos hoy como Movimiento Olímpico (Ferrer, 2012).
Las bases ideologicas del Olimpismo “Moderno” son sexistas y no mejoría al respeto y equidad entre hombres y mujeres. El deporte como tal, perpetua una vision de división y de discriminación sexual, donde deja a la mujer ideologicamente como un ser inferior al hombre.
El cuerpo de la mujer en el deporte o la actividad física, se reduce a un cuerpo construido desde las necesidades masculinas, es decir, a un cuerpo femenino estéticamente bello y delgado. Por otro lado la actividad deportiva reduce a la mujer a un estado de docilidad y pasividad, de lo contario cuando la mujer demuestra a través de la práctica deportiva violencia y agresividad es rechazada socialmente por los hombres y las mujeres, por no demostrar su “feminidad ”, Una femineidad construida en la sociedad patriarcal que desea mantener una mujer dócil, sumisa y pasiva.
Por otro lado, si bien actualmente, se permite la participación femenina a nivel deportivo, es importante centrar la mirada sobre el hecho, que esta participación es separada por sexo. Para Leong (2018) las normas deportivas simplemente aclaran el hecho que la naturaleza física de la mujer es inferior a la del hombre y por esta razón se le niega la posibilidad de jugar con un hombre. Sin darle la oportunidad de poder desarrollarse junto a su par, asumiendo arbitrariamente que es inferior y que jamás llegará a ser tan “hábil” y “fuerte” como su par masculino. Según Gil- Madrona, Valdivia- Moral, González-Víllora y Zagalaz-Sánchez (2017) la inferioridad de las mujeres en habilidades deportivas está asociada, a su falta de experiencias motrices, de este modo, si a las niñas se les priva de desarrollar sus capacidades motrices, bajo un modelo que ser activo y ágil es una cosa de hombres, difícilmente la niña podrá desarrollarse físicamente activa como su par hombre. La separación de acuerdo con el sexo y no con el mérito deportivo les niega a las jugadoras el acceso a oportunidades deportivas más altas. La segregación impuesta en el deporte proporciona “una justificación aparente para la jerarquía de las asignaciones sociales y las posiciones de género en el mundo deportivo y social contemporáneo”. Siendo este problema más prominente en el fútbol (Davis, Edwards y Forbes, 2019). La segregación impuesta en el deporte proporciona “una justificación aparente para la jerarquía de las asignaciones sociales y las posiciones de género en el mundo deportivo y social contemporáneo”. Siendo este problema más prominente en el fútbol (Davis, Edwards y Forbes, 2019). La segregación impuesta en el deporte proporciona “una justificación aparente para la jerarquía de las asignaciones sociales y las posiciones de género en el mundo deportivo y social contemporáneo”. Siendo este problema más prominente en el fútbol (Davis, Edwards y Forbes, 2019).
Cabe pensar que por la justificación que entrega, la norma deportiva de separar por sexo a raíz de que el hombre es más potente físicamente y que puede dañar o lesionar a la mujer en el juego. Se expresa porque esta "potencia corporal" tiene un grado de violencia y agresividad que el hombre, no está dispuesto a controlar o reducir para jugar con su par femenino.
De este modo, por ejemplo, el fútbol masculinizado refleja un sistema de valores donde predomina principalmente la violencia y la agresividad; insultar, amenazar, desafiar, criticar, pegar, empujar o escupir, entre otras acciones (Myskiw, Py Mariante y Stigger, 2015; Sáenz et al., 2015).
Este deporte configura la identidad de género y bosqueja el perfil violento masculino, es decir, la violencia en el deporte ayuda a construir la identidad masculina bajo un concepto de estereotipo masculino (Martin y García, 2011). Fundamentado en el idea de que ser “hombre” es sinónimo de habilidades como la fuerza y la agresión (Pavlidis y Fullagar, 2016 citado en Nogueria et al., 2017).
Las ideas misóginas impiden categorizar a las personas que practican deporte, por sus capacidades y habilidades en el juego. Simplemente dan por hecho que el deporte de segunda categoría e inferior es el deporte practicado por mujeres. Discriminando y limitando las posibilidades de desarrollo para las personas.
Fuentes
Cardona, J. (2015). Cánones de belleza: la alineación femenina. Teoria de Género , 26-30.
Davis, P., Edwards, L. y Forbes, A. (2019). ¿Separados pero iguales? Una evaluación filosófica del fútbol mixto en Inglaterra. Juego limpio; Revista de Filosofía, Ética y Derecho del Deporte , 12 , 79-90.
Ferrer Torres, A. (2012). Análisis de la reforma de Tomas Arnold a travéz del concepto de función moralizadora de Hernández ÁlvareZ JL (1996): El deporte moderno y la Génesis del Movimiento Olimpico. Citius, Altius, Fortius , 5 (1), 119-130.
García, F. (2016). Educación física femenina en la Grecia arcaica y clásica: una comparación entre Esparta, Atenas y las ciudades ideales. Revista Italiana de Pedagogía Deportiva , 83-97.
Gil-Madrona, P., Valdivia-Moral, P., González-Víllora, S., y Zagalaz-Sánchez, ML (2017). Percepciones y comportamientos de discriminación sexual en la práctica de ejercicio físico entre los hombres y mujeres preadolescentes en el tiempo de ocio. Revista de Psicologia Del Deporte , 26 (2), 81–86.
Leong, N. (2018). Contra el deporte femenino. 95 Wash. UL , 1251-1290.
Martín, A. y García, A. (2011). Construyendo la masculinidad: fútbol, violencia e identidad. RIPS , 10 (2), 73-95.
Myskiw, M., Py Mariante, F. y Stigge, M. (2015). Jugando con la violencia en el deporte de ocio: Notas etnográficas sobre el chaval y el pillo del barrio. Movimiento: Porto Alegre , 21 (4), 889-902.
Nogueira, A., Molinero, O., Salguero, A., Lucidi, F. y Márquez, S. (2017). Identificación de la discriminación de género en el deporte: Formación de agentes de cambio. Revista de psicología del deporte , 43-49.
Sáez, A., Gimeno, F., Gutiérrez, H., Lacambra, D., Arroyo del Bosque, R. y Marcén, C. (2014). Evaluación de la violencia y deportividad en el deporte: un análisis bibliométrico. Cuadernos de Psicología del Deporte , 15 (1), 211-222.